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lunes, 2 de diciembre de 2013


EL GRECO Y TOLEDO:AMBIENTE CULTURAL, SOCIAL Y PICTÓRICO.  (Doménikos Theotokópoulos, Candía, Creta, 1541-Toledo, 1614)

                                                      Alfredo Pastor Ugena
           
(…)Si hay dos autores que han llevado el nombre de TOLEDO por todos los rincones de la geografía universal esos han sido Garcilaso y El Greco (…)”
            
Hasta los 26 años vivió Doménikos en  Creta, siendo su cuna Candía. Esta isla, la más meridional de Grecia, y equidistante de Asia, Europa y África, formaba parte del territorio de la República de Venecia desde la cuarta cruzada por su interés estratégico y comercial. Es una frontera simbólica entre Oriente y Occidente.


            A través de Clovio y Orsini, el Greco conoció a Benito Arias Montano, humanista español y delegado de Felipe II, al clérigo Pedro Chacón y a Luis de Castilla, hijo natural de Diego de Castilla, deán de la Catedral de Toledo. La amistad del Greco con Castilla le aseguraría sus primeros encargos importantes en Toledo. Estos personajes le introdujeron en España
            El arte del Greco fue una síntesis entre Venecia y Roma, entre el color y el dibujo, entre el naturalismo y la abstracción. Consiguió un estilo propio que implantaba las técnicas venecianas en el estilo y el pensamiento manierista.
            Su influencia manierista viene determinada por su estilo ecléctico formado por las influencias venecianas (Tintoretto, Tiziano, Veronés, Basano, entre otros) y de Roma donde estuvo siete años, en 1570. Giulio Clovio le introdujo en la corte del cardenal Alejandro Farrnesio, aprendiendo de las obras de Miguel Angel y Rafael, que ya habían fallecido, así como  otros los manieristas romanos.
            Los colores son ya casi tradicionales en El Grecoel amarillo, azul, verde o rojo, inspirados en la Escuela veneciana. En su obra Martirio de San Mauricio, éste porta el rojo del martirio y el azul de la eternidad. Sobre esos colores resbala la luz, contrastando las zonas iluminadas con otras en semipenumbra. La luz será fundamental ya que gracias a los focos de iluminación, el artista destaca lo que le interesa, existiendo un claro núcleo de luz que ilumina el martirio y que procedente del rompimiento de la Gloria de la parte superior.


                                                              Alegoría de la Liga Santa

 




                                                     Martirio de San Mauricio







            El tratamiento de sus figuras es manierista: en su evolución no sólo fue alargando las figuras, sino haciéndolas más sinuosas, buscando posturas retorcidas y complejas -la figura serpentinata-. Era lo que los pintores manieristas llamaban furia de la figura, y consideraban que la forma ondulante de la llama del fuego era la más apropiada para representar la belleza. Él mismo consideraba las proporciones alargadas más bellas que las de tamaño natural, según se desprende de sus propios escritos.


San Lucas, el pintor de la Virgen







            Para El Greco la pintura es una actividad principalmente intelectual. La anatomía humana es tratada también-como he indicado- desde el punto de vista de los manieristas. Evolucionando desde un sentido sólido de la estructura, pese a las distorsiones, hacía formas más alargadas, más sinuosas y ondulantes y posturas más retorcidas y complejas. Todos estos artilugios confieren a la figura no sólo belleza, sino también sentimiento.
            El Greco es un  pintor que sintetiza las tradiciones de la pintura griega-bizantina, el color veneciano y el diseño romano, desarrolló una fantástica y cambiante carrera artística en Creta, Roma y Toledo, ciudad donde transcurrió la mitad de su vida.
            En España, “el Griego de Toledo” se convirtió en el artista más singular de los reinados de Felipe II y Felipe III, asombrando por sus composiciones complejas, sus colores brillantes, sus juegos de luces, sombras, transparencias y reflejos, su capacidad naturalista en telas o celajes, su imaginación desbordante a la hora de representar lo sobrenatural, su logro de dar vida a las ficciones pictóricas.


                               Felipe II

            Nada semejante se había visto antes en España, y por ello su arte complejo, intelectualizado y arrebatador causó asombro y admiración pero también desasosiego y rechazo, sobre todo por su desprecio de ciertas convenciones y la consciente exhibición de su valor y diferencia. El Greco creo con sus pinceles un nuevo mundo de imágenes religiosas y una revolucionaria forma de tratar y mostrar a los individuos divinos o terrenales, de tal fuerza que hoy podemos fácilmente reconocerlo como propio del ya nombrado “Griego de Toledo”.
            La irrupción del Greco en la pintura española del último tercio del siglo XVI supuso la introducción de una manera de pintar innovadora, tanto en el modo pictórico como en la forma de resolver las composiciones de carácter religioso a las que hubo de enfrentarse. El Greco a su vez tuvo que adaptarse a los usos artísticos y comerciales de la España de ese momento, fundamentalmente en Toledo, ámbito que acabaría por establecerse de manera definitiva a partir de la década de los ochenta.



                                                                 Toledo pintado por El Greco
            
             Desde sus primeros encargos en Toledo, el Greco tuvo que contar con un grupo de artesanos y ayudantes que le permitieron hacerse cargo de la realización de retablos, pero también de trabajos menores destinados a una variada clientela donde se alternaba la producción para parroquias, conventos y numerosos particulares. La apertura de un taller estable en la propia casa del pintor, obligó a una dinámica de creación pictórica compleja, en la que el Greco se ocupó de realizar de manera autógrafa las obras más importantes, así como los prototipos de sus composiciones más requeridas, interviniendo luego en la elaboración de réplicas, variantes y copias, con la participación en diferentes grados del taller. Toledo era la capital religiosa de España y una de las ciudades más grandes de Europa. En 1571 la población de la ciudad era de unos 62.000 habitantes.
            En 1575-76 llega Doménikos a Castilla, donde consigue sus dos primeros encargos: El Expolio, de 1577, para la sacristía de la catedral de Toledo, y el Retablo de Santo Domingo, de 1577, hoy disperso, del que destacan las escenas de La Asunción, conservada en Chicago, La Trinidad y San Benito, del Museo del Prado y la Santa Faz y San Juan Bautista, conservadas en la iglesia para la que fue hecho el retablo.



                                                           El entierro del conde de Orgaz


                        Entre 1577 y 1579 pinta Alegoría de la Liga Santa, también conocida como Adoración del Santo Nombre de Jesús, para el Monasterio de El Escorial, obra que pudo ser encargo directo de Felipe II. Para el que también pinta en esos años El Martirio de San Mauricio.


                                                              Monasterio de El escorial

                     Tras la muerte de Navarrete el Mudo en 1579, El Greco fue comisionado por el rey Felipe II para pintar este último cuadro reseñado para un altar. En esta obra El Greco demuestra su capacidad para combinar complejas iconografías políticas con motivos ortodoxos medievales. Parece ser- como hemos señalado- que la obra no fue del total agrado del Rey, por lo que no le hizo más encargos. San Mauricio era considerado uno de los santos patronos en la lucha contra la herejía y debido a la existencia de reliquias en la iglesia, se decidió que su presencia era necesaria. El Greco pinta un martirio donde el santo no aparece. Sí se pintan diferentes personajes de Toledo: Alonso de Covarrubias, el médico del rey, etc. En este cuadro ya rompe con su tradición italiana. En 1583 lo presenta esta obra en la Corte que es rechazada por el rey,quien debió quedar horrorizado con ella, con lo que el artista abandona sus intentos de convertirse en un pintor de Corte. El pintor vuelve a Toledo y sigue realizando sus obras. A partir de este momento su amplísima producción, fundamentalmente de pintura religiosa, se va a centrar en el círculo de esta ciudad.
            Durante los 37 años que El Greco reside en Toledo su arte sufre una profunda evolución. Toledo es fundamental en su arte. Por una parte el vacío artístico local, que llenó enteramente él, le permitió conseguir los encargos y el reconocimiento que no había obtenido en otras ciudades. Además le permite llevar a las máximas consecuencias su propia estética, sin condicionantes. Asimismo se vio libre de competencia, lo que le permitió acudir a su herencia bizantina en busca de ideas, realizando una fusión entre las dos culturas. Ninguna de estas cosas hubieran sido posibles en un centro cultural importante donde hubiera estado sujeto a limitaciones.
            De esta manera y en este ambiente, El Greco consigue conciliar fines aparentemente irreconciliables, como son la estética manierista y la práctica de la Contrarreforma, que imponían temas que debían ser claros y llevar a la devoción.
            La ciudad que acoge a El Greco es una ciudad cargada de una relevante historia milenaria a la que llega en 1577 inmerso en los paradigmas ideológicos de la Contrarreforma que tanto va a incidir en su producción y encargos.
            La carrera del Greco coincidió con el momento culminante de la reafirmación católica contra el protestantismo, por lo que los cuadros que le encargaban sus mecenas seguían las directivas artísticas de la Contrarreforma. El Concilio de Trento, concluido en 1563, había reforzado los artículos de fe. Los obispos eran los responsables de velar por el cumplimiento de la ortodoxia, y los sucesivos arzobispos de Toledo impusieron la obediencia a las reformas a través del Consejo de la archidiócesis. Este organismo, con el que el Greco estuvo estrechamente relacionado, tenía que aprobar todos los proyectos artísticos de la diócesis que debían ceñirse fielmente a la teología católica
            El pintor estuvo al servicio de las tesis de la Contrarreforma, como se pone de manifiesto en su repertorio temático: gran parte de su obra está dedicada a la representación de santos, cuyo papel de intercesores del hombre ante Cristo era defendido por la Iglesia. Destacó el valor de la confesión y la penitencia, que los protestantes discutían, con múltiples representaciones de santos penitentes y también de María Magdalena. Otra parte importante de su obra ensalza a la Virgen María, cuya maternidad divina era negada por los protestantes y defendida en España, habida cuenta de la gran devoción que se le tenía en el catolicismo español. Las reformas de la doctrina y de las prácticas católicas iniciadas en el Concilio de Trento empezaban a condicionar el arte religioso. El Greco tendrá que vivir y realizar sus trabajos bajo la óptica y perspectiva contrarreformista. En este contexto conviene recordar que El Escorial sería el gran edificio representativo de la Contrarreforma española.
            Tras ver rechazado en 1584, por Felipe II y la congregación jerónima escurialense, el Greco amplió su taller, iniciando la producción de retablos –no sólo de lienzos- para conventos y parroquias de la ciudad y del arzobispado toledano, así como de cuadros de dimensiones reducidas para una clientela de carácter privado más que institucional. Naturalmente, sus principales trabajos consistieron en la ejecución global de retablos para monasterios, parroquias y capillas, sucediéndose los de la parroquia de Talavera la Vieja (Cáceres), la Capilla de San José y la Capilla del Colegio de San Bernardino de Toledo, el Colegio de la Encarnación o de doña María de Aragón en Madrid, la iglesia del Hospital de Nuestra Señora de la Caridad de Illescas, la Capilla Ovalle de la parroquia de San Vicente Mártir o los del Hospital de San Juan Bautista o Tavera, también de Toledo, que dejó sin acabar a la hora de su muerte. Contrató, a veces con su hijo, otros muchos que nunca llegó a ejecutar, como el del monasterio regio de Nuestra Señora de Guadalupe (Cáceres).

                                                    Hospital de Tavera o de Afuera (Toledo)



            En algunas de estas últimas obras, el Greco tendió a proyectar de forma altamente innovadora conjuntos artísticos plurales, en los que se combinan las esculturas, la arquitectura de los retablos con sus lienzos y otras telas empotradas en muros o bóvedas, concibiéndolos como complejos sistemas formales y visuales que debieron producir - hoy es difícil encontrar alguno en su estado original-efectos fascinantes. Proyectó, por lo tanto, obras de escultura y de arquitectura, disciplina ésta que le interesó vivamente a lo largo de su carrera española y en la que, a pesar de no diseñar ningún edificio, adoptó una postura de franca oposición a los postulados locales contemporáneos, marcados desde la corte por el arquitecto real Juan de Herrera y, en Toledo, por sus fieles seguidores.
            En Toledo había trece conventos franciscanos, quizás por ello uno de los temas más demandados fuera San Francisco. El Greco fue la imagen mística de un excelente artista portador de una gran sensibilidad religiosa.


San Juan Evangelista y San Francisco

  Del taller del Greco salieron del orden del centenar de cuadros sobre este santo, de ellos 32 son autógrafos reconocidos, el resto son obras en colaboración con el taller o copias del maestro. Estas imágenes, dramáticas y sencillas, muy similares, con sólo pequeñas variaciones en los ojos o en las manos, tuvieron gran éxito.
            Al taller acudían clientes de Toledo y de otras ciudades españolas atraídos por la inspiración del pintor. Entre 1585 y 1600 salieron del taller numerosos cuadros de altar y retratos, destinados a iglesias, conventos y particulares. Algunos son de gran calidad, otros más sencillos son obras de sus colaboradores, aunque casi siempre firmados por el maestro.
            Desde 1585, el Greco mantuvo a su ayudante italiano Francisco Preboste, que trabajaba con él desde el periodo romano. A partir de 1600, el taller ocupaba 24 estancias, un jardín y un patio. En estos primeros años del siglo cobró relevancia en su taller la presencia de su hijo y nuevo ayudante 

                                                                                                                                                                                                             San Francisco y el hermano León

San Andrés y San Francisco

Jorge Manuel Theotocópuli, que entonces contaba veinte años. También trabajó en el taller su discípulo Luis Tristán, además de otros colaboradores.
            Francisco Pacheco, pintor y suegro de Diego Velázquez, describió el taller que visitó en 1611: citó un gran armario, lleno de modelos de arcilla hechos por el Greco y que empleaban en su trabajo. Le sorprendió contemplar en un almacén copias al óleo, en pequeño formato, de todo lo que el Greco había pintado en su vida.Una de las producciones más característica del taller de la última época son los ciclos de los Apóstoles, representados de medio busto o de tres cuartos con sus símbolos correspondientes. A veces se les representaba por parejas. Son figuras ascéticas, de siluetas enjutas y alargadas, que recuerdan a los iconos griegos
            En este sentido, hay que tener en cuenta que Toledo había sido una gran ciudad medieval, la cuna del humanismo hispano gracias a su secular multiculturalismo y como tal, se había convertido en una referencia cultural y simbólica reconocida internacionalmente, al ostentar la primacía de la Iglesia española en recuerdo de su pasado como capital del reino visigodo. Sus clases dirigentes lo llegaron a ser también del reino y las modas que impusieron se convirtieron en paradigmas de una de las culturas más universales que conocemos.







            Toledo se convirtió entonces en la ciudad de las Tres Culturas, en la que convivieron cristianos, musulmanes, y judíos. En ella tuvieron lugar fenómenos de intercambio cultural tan interesantes y fructíferos como la llamada Escuela de Traductores de los siglos XII y XIII, determinante en la transmisión de la cultura greco-latina y árabe. Fue muy importante el desarrollo del estilo constructivo mudéjar, icono de la cultura universal, que convierte a Toledo en la capital de la cultura europea, donde florece una desenfrenada actividad intelectual, en el deliberante espacio eclesiástico, como sede primada con su impresionante catedral, (“verdadero museo de la escultura gótica al aire libre”); por la voluntad constructiva  de Fernando III y del arzobispo don Rodrigo Ximénez de Rada se inicia la construcción de la Catedral, en 1226, único edificio puramente gótico de este periodo.





                                                                 Catedral de Toledo
           
              Recordemos que el paisaje urbano toledano había comenzado a ser modificado con la construcción de un amplio número de conventos e iglesias, elevadas torres de estilo mudéjar, construidas en ladrillo, que se apoderan del estilo de la ciudad, salpicando las construcciones góticas que comienzan también a extenderse.
            A partir del siglo XIV el ambiente de tolerancia que se había vivido en Toledo en los dos siglos anteriores va a desaparecer progresivamente, sobre todo en lo que se refiere a la comunidad judía a la que se acusa de ser la causa de todas las desgracias en una época de grave crisis económica y social.
            La ciudad de Toledo alcanzó su época de máxima expansión demográfica en el siglo XVI, cuando el rey Carlos I la convierte en sede de la Corte del Imperio Español. Fue ésta una etapa brillante en la que Toledo adoptó el Renacimiento con muestras de primer orden realizadas al amparo del mecenazgo imperial, al que se añadió el de los arzobispos toledanos, grandes promotores y mecenas de construcciones.
            La nobleza comienza una intensa actividad constructiva surgiendo modernos y suntuosos palacios que siguen los modelos renacentistas. El más importante de ellos es El Alcázar, reformado a partir de 1545 por Alonso de Covarrubias, creando una tipología palaciega que se repetirá en diferentes construcciones. También Covarrubias es el autor de uno de los emblemáticos monumentos de la ciudad, la puerta de Bisagra, concebida como un gran arco triunfal. Destacar también el palacio arzobispal y el convento de san Clemente.
                                                            
                                                         Puerta de Bisagra (Toledo)

            Se levantan asimismo las primeras instituciones hospitalarias: enrique Guas levanta el Hospital de Santa Cruz. Covarrubias se hace cargo de la construcción del Hospital de San Juan Bautista, llamado también de Tavera o de Afuera (con planta rectangular con dos patios separados por una crujía, espacio arquitectónico entre muros o columnas). Por esta época llega El Greco a Toledo.
            Juan de Herrera traza la plaza de Zocodover, ejemplo diferente de plaza mayor castellana y verdadero centro neurálgico urbano.


                                                           Plaza de Zocodover (Toledo)

                     Pero en el año 1561 Felipe II decide trasladar la Corte a la Villa de Madrid, a partir de entonces se inicia una etapa de progresiva decadencia en la que sin embargo desarrolla su actividad uno de los más destacados pintores: El Greco. cuya obra se conserva hoy en iglesias y conventos, como la Catedral, Santo Tomé y Santo Domingo el Antiguo y en museos como el Museo del Greco y el Museo de Santa Cruz.
            En Toledo el Greco vivió la mitad de su vida, el período más fructífero de su trabajo. Su carácter cosmopolita, la existencia de una poderosa sociedad civil y una rica vida cultural, junto con la vocación internacional de sus clases dirigentes y el inicio de grandes programas constructivos destinados a modernizar la ciudad, provocaron sin duda esta elección.
            En cuestión de cinco años, Doménikos se ha enfrentado a los dos clientes españoles más importantes: el rey y la catedral de Toledo. Ahora buscará su clientela entre los nobles, religiosos, personas cultas e influyentes toledanas quienes comprenderán y estimarán su nuevo arte, con los que estable amistad y buenas relaciones. Se casa con jerónima de las Cuevas de cuya relación nacerá su hijo Jorge Manuel, en 1578.
            Fray Hortensio Paravicino dijo de él: “Creta le dio la vida y los pinceles/Toledo mejor patria ,donde empieza a lograr con la muerte eternidades”.


Fray Hortensio Paravicino

            La irrupción del Greco en la pintura española del último tercio del siglo XVI supuso la introducción de una manera de pintar innovadora, tanto en el modo pictórico como en la forma de resolver las composiciones de carácter religioso a las que hubo de enfrentarse. El Greco a su vez tuvo que adaptarse a los usos artísticos y comerciales de la España de ese momento, fundamentalmente en Toledo, ámbito que acabaría por establecerse de manera definitiva a partir de la década de los ochenta. Felipe II trasladó la capital a Madrid (1561), provocando la ruina de la industria textil y marcando el inicio de la decadencia de la urbe. A partir del siglo XVII pasó de ser una ciudad palaciega a conventual, proliferando las órdenes y congregaciones religiosas que, en la mayor parte de los casos, estaban financiadas por la monarquía y la nobleza, generalmente para ingresar a hijos no primogénitos, que allí podían contar con una educación y un futuro. Los palacios fueron transformados en conventos de estilo renacentista y barroco.
            Este traslado de la capitalidad marca el comienzo del estancamiento de Toledo y su posterior decadencia. Sus gobernantes reaccionaron promoviendo el orgullo cívico de sus habitantes, algo en lo que nuestro artista participó de manera activa. Gracias a esto, Toledo pasó de ser la ciudad imperial que gozaba el favor de la monarquía, a la ciudad de Dios que gozaba de la protección de los santos que pintó el Greco.
   Consecuencia de todo ello fue la pérdida paulatina del protagonismo cultural disfrutado, que ya era evidente a la muerte de nuestro genial artista. Una situación que todavía empeoró a lo largo del siglo XVII pero que tuvo como resultado positivo la pervivencia de una de las ciudades históricas más destacadas de Europa, tanto por la excepcional conservación de sus monumentos y paisajes como por la calidad y el significado de muchos de ellos, convertidos en símbolos universales de la cultura española.
            Toledo fue, pues, la ciudad que eligió El Greco para vivir los años más fructíferos de su creación artística, como ya hemos señalado.






            El Griego de Toledo, como se le conoció en su tiempo, fue ese inmigrante que nunca llegó a dominar nuestra lengua, firmó siempre en caracteres griegos y mantuvo el apodo de su nacionalidad de origen, llegando a ser el más universal toledano de todos los tiempos, y un verdadero icono de la identidad de nuestra ciudad. El valor simbólico de su ejemplo para los hombres y mujeres de hoy trasciende la genialidad de su arte y tiene también una dimensión social.
            De Toledo donde saldrá Doménikos en escasas ocasiones y siempre por motivos laborales. Su vida transcurre sin pasar por episodios señalados, si descontamos sus nueve pleitos documentados, incoados por él mismo o por algunos de sus clientes, ya fuera a causa del valor y precio por el que se tasaban sus lienzos o por las quejas, de orden técnico o por razones iconográficas, que levantaron algunos de ellos, como el propio Expolio o la Virgen de la Caridad de Illescas, al inicio y final de su carrera.
(El Greco, por mediación de su hijo, en 1603 consiguió un contrato para realizar cuatro cuadros en la Capilla mayor del Hospital de la Caridad de Illescas (Toledo). Los cuadros corresponden al periodo tardío del pintor y aunque no pueden ser contemplados en la Capilla mayor para la que fueron diseñados se encuentran en el Hospital de Illescas. Las cuatro están consideradas obras maestras  de El Greco).




Imágen de la Virgen de la Caridad de Illescas (Toledo)





La Anunciación (Illescas)

            En Toledo El Greco frecuentará la compañía de eruditos, poetas y sacerdotes más que de pintores. Poseeré una pequeña biblioteca y se hará famoso por su vivo ingenio e inteligencia, aunque también por su orgullo y arrogancia, lo que le provocará desavenencias con muchos clientes. Sus amistades, como en Roma, pertenecieron a los ambientes cultos toledanos, vinculados fundamentalmente al mundo eclesiástico y al universitario, sin que se le conozca ninguna relación personal con sus compañeros de profesión
            Personalidades como el jurista Jerónimo de Cevallos, el abogado Alonso de Narbona, el teólogo Ramírez de Zayas, el escritor y canónigo de la catedral Pedro Salazar de Mendoza, el regidor Gregorio de Angulo, fray Hortensio Paravicino, superior de la orden trinitaria en España, el humanista Antonio de Covarrubias y el ya citado Luis de Castilla compartieron con el Greco sus días toledanos, probablemente manteniendo frecuentes charlas en la residencia palaciega del pintor, mientras escuchaban a los músicos que éste solía contratar para su deleite. Con ellos quizá discutió sus escritos teóricos sobre arte, que desgraciadamente hoy nos son desconocidos, y sin duda sus conocimientos contribuyeron a enriquecer la personalidad del pintor, quien además recibió su ayuda en los momentos difíciles, obteniendo también gracias a sus respectivas influencias importantes encargos en la ciudad. 
            Destaca el interés que siempre despertó en él la cultura. Su mente fue la de un hombre del Renacimiento, con un pensamiento enciclopédico preocupado por múltiples aspectos del saber humano. Su biblioteca, inventariada con el resto de sus bienes por Jorge Manuel poco después de la muerte del pintor, estaba formada por textos profesionales, de arquitectura, de perspectiva, matemáticas..., pero también por libros de otras materias como filosofía, historia, astronomía, medicina y poesía.
            Por fuentes de la época sabemos que en Toledo escribió dos tratados teóricos, uno de pintura y otro de arquitectura, que hoy nos son desconocidos. Todo ello prueba que se consideraba un intelectual dedicado a una actividad liberal y noble, lo que con frecuencia le ocasionó problemas con sus clientes en España, donde los pintores eran tratados como artesanos. Se tenía también en alta estima como pintor y muchos de los pleitos sobre sus obras estuvieron motivados porque a su juicio su arte no era suficientemente valorado. Esta actitud le dio fama de hombre orgulloso, arrogante y soberbio, cualidades que sí debieron formar parte de su carácter, pero que se justifican en su seguridad en su pintura y en sí mismo. Se consideraba  genio y como tal se comportó. Pero esta faceta de su forma de ser no le impidió poseer una  gran sensibilidad, apreciar la amistad y amar la música, la literatura y la buena vida.            
            Por su nacimiento en una familia acomodada, y probablemente también por su conocimiento de las costumbres venecianas, gustó de vivir con cierto lujo y refinamiento, como lo demuestra el hecho, ya comentado, de que contratara músicos para que tocasen mientras comía o disfrutaba de la compañía de sus amigos. La imagen que durante tanto tiempo se tuvo de un Greco de arrebatos místicos, introvertido y solitario es falsa, y fue erróneamente extraída de su pintura.     En realidad fue un hombre mundano, práctico y realista, bastante preocupado por el dinero y por su prestigio social.
            En España aparece documentado por primera vez el 2 de Julio de 1577.Las dos primeras obras que se le encargan en Toledo son las siguientes:
1.      Retablo de la Iglesia del Convento de Santo Domingo el Antiguo. 1577. Convento fundado por Alfonso VI después de la conquista de Toledo en 1085.
Encargo conseguido gracias a Diego de Castilla (Deán de la catedral de Toledo de origen judío y gran opositor a los conocidos “Estatutos de sangre”). Es todavía una obra de estilo italiano. Al ser su primer encargo importante en Toledo parece que El Greco quiere sacar provecho de todo lo que había aprendido de Tiziano, como un homenaje a su maestro. En el lienzo principal de la tabla central aparece la Asunción de la Virgen donde hay claras muestras de inspiración y reminiscencias de Tiziano. Es una pintura manierista dividida en dos partes: la terrenal y la sobrenatural. En la parte inferior se representa personajes "normales" como cualquier habitante de Toledo. En el Coro angélico alrededor de la Virgen se producen escorzos.
“No me partiré de esta ciudad hasta que la dicha pintura quede acabada de mi mano”, diría El Greco sobre las pinturas de este retablo añorando ser un pintor de Corte y trasladarse a Madrid, lo que indica que todavía no había decidido quedarse en Toledo a vivir.
            De los nueve lienzos sólo quedan tres originales, los demás fueron vendidos y sustituidos por copias .Fue el encargo más importante de su vida y suponía el trabajo de su presentación en España: nunca había tenido una tarea tan ambiciosa con estas pinturas de grandes dimensiones y armonizadas. Esta obra le convirtió en el pintor más importante de Toledo y le proporcionó numerosos encargos.
            En esta obra se va conformando el personalísimo estilo de El Greco, donde casi no dibuja y generalmente emplea colores primarios que aparecen como masas cromáticas homogéneas.


Decoración del altar de la Sacristía de la Catedral de Toledo: El Expolio.






             Con esta obra la catedral se convierte en su primer cliente. “Es el cuadro más poético y de expresión más elevada del artista” (según Cossío). Es una de las mejores obras del autor y la situamos como un momento cumbre de su producción: se trata de una de las mejores obras del autor y de la pintura europea. La obra presenta una fuerte influencia veneciana.
              El cabildo de la catedral-que fue el que encargó el cuadro- encontró encontró teológicamente injustificado que las cabezas de la escolta sobrepasasen a la de Cristo. El Greco se inspiró en iconos bizantinos, como El beso de Judas o El prendimiento de Jesús, donde la multitud rodea a Cristo superiormente.
             Representa uno de los momentos de la Pasión: cuando se desnuda a Jesús. De nuevo, Cristo aparece como víctima de las pasiones humanas, con fuerte dramatismo e interés por lo humano.
            Se aprecia la influencia veneciana en el color rojo intenso de la túnica de Cristo y en la representación de las calidades: telas, armadura., etc. Hay un alargamiento de las figuras propias de su personal manierismo. Las anatomías, en ocasiones, son desproporcionadas. El Greco muestra el agobio de falta de espacio, prescindiendo casi del paisaje.
            Es un cuadro con composición bastante simétrica y un magnífico estudio de la luz (por ejemplo, se aprecia cómo penetra la luz entre la mano y la túnica de Cristo).
La figura de Cristo forma una elipse. Es representado con diferentes puntos de referencia:
  • Cabeza que mira hacia arriba,
  • Mano que hace presión sobre el pecho,
  • Cabezas del resto que miran a la mano y al personaje que tira de ella con una cuerda.
            Sólo hay dos figuras que miran al espectador, el anciano que señala con su mano y el soldado de la armadura.
            El Greco muestra su genialidad en esta pintura donde ya no importa ni la proporción ni el realismo del dibujo, como se aprecia en el cuello excesivamente ancho, la mano demasiado amplia o el escorzo del verdugo que está haciendo los agujeros en la cruz. Otras características de esta gran obra de El Greco es el juego de colores que usa para perfilar las formas.
            Es evidente que la figura con armadura desentona bastante. Se trata de un retrato de un personaje que actúa como si fuera el narrador de una representación teatral.
            La obra presenta un gran contraste estético entre la quietud y la melancolía del rostro del Salvador y los sombríos rostros que le rodean. Destaca el escorzo de la figura agachada.
            En un ambiente refinado, probablemente gastando más de lo que ingresaba por su trabajo, y rodeado por la intelectualidad académica toledana y un breve grupo de amigos italianizados y helenistas, el Greco murió sin dejar testamento el 7 de abril de 1614 dejando una obra elogiada por los poetas culteranos Luis de Góngora y Fray Hortensio Félix Paravicino, y coleccionada por los entendidos en el arte de la pintura; también disfrutó en vida y dejó fama de "extravagante", singular y paradójico por su pensamiento teorético y su estilo personalísimo, fácilmente reconocible como suyo, mitificado por sus colegas a causa de sus tentativas por la dignificación social de la profesión pictórica, criticado también por los más intransigentes teóricos contrarreformistas por sus licencias formales e iconográficas, quienes rechazaban su desmedido interés por los aspectos superfluos, formalistas, de sus obras y el carácter inapropiado de sus realizaciones religiosas desde el punto de vista funcional más importante para la época, que incentivaron en el espectador cultivado los deseos de rezar, como señalara en 1605 el historiador jerónimo del Escorial Fray José de Sigüenza.
            De los últimos años de su vida es el único tema mitológico conservado, Laocoonte, realizado entre 1610 y 1614. A su mano se deben también unas pocas esculturas, todas de pequeño tamaño y en madera, destacando La Imposición de la casulla a San Ildefonso, que formaba parte del suntuoso marco realizado para El Expolio de la catedral de Toledo; y Epimeteo y Pandora, conservadas en el Museo del Prado de Madrid.

           

            El Greco murió el 7 de abril de 1614. Había otorgado testamento siete días antes, en el que se declaraba cristiano católico de buena fe. Fue enterrado en la iglesia de Santo Domingo el Antiguo, en la capilla que su hijo y él habían adquirido a las monjas en 1612 como mausoleo familiar. Sin embargo, por problemas con la comunidad, Jorge Manuel trasladó su tumba antes de 1619 al monasterio de San Torcuato, que fue demolido en el siglo XIX, perdiéndose así los restos del pintor. 



Cuadro presuntamente atribuible a la mujer de El Greco: doña Jerónima de las Cuevas





            A su muerte quedó en el olvido, hasta ser descubierto a mediados del siglo XIX, en un proceso de recuperación que tuvo su mayor auge con las vanguardias de comienzos del siglo XX, como demuestran los numerosos lienzos que hoy se exhiben en los principales museos y colecciones del mundo. Desde entonces ha sido objeto de la mayor atención, plasmada especialmente en numerosas exposiciones. Pero nunca en Toledo se le rindió el homenaje que merece, hecho inexplicable porque aquí alcanzó la cima de su arte y porque sólo Toledo conserva sus obras en el espacio original para el que fueron creadas.


EL GRECO Y TOLEDO





            La reivindicación de la obra del pintor comenzó con los primeros viajeros románticos que llegaron a Toledo en el siglo XIX. Ellos fueron los responsables de difundir la existencia de un artista genial que era un completo desconocido y mostraba en sus cuadros una increíble modernidad.
            Su arte, repudiado por la Ilustración dieciochesca, fue redescubierto por los románticos (como acabamos de señalar) y los pintores franceses del siglo XIX, que produjeron una interpretación concordante con sus propios intereses, iniciándose por parte española la apropiación españolista del hasta entonces tenido por un griego discípulo de Tiziano.
            También el interés general por la pintura de Velázquez hizo volver los ojos hacia el candiota, el único precedente del sevillano realmente original que se vio en la historia de la pintura española; la Generación del 98 lo entendió como representación del espíritu religioso español del Siglo de Oro, en relación estrecha con los más altos hitos de la cultura religiosa, en su vertiente literaria, de la época: la mística de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz; las corrientes pictóricas de comienzos del siglo XX lo vieron como un precedente de sus propias preocupaciones expresionistas, subjetivistas y atormentadas, libres y opuestas a la imitación servil y mecánica de la realidad.
            La imagen del Greco como precursor de las vanguardias se fue abriendo paso desde entonces y sirvió para que sus cuadros fueran objeto de la atención de un destacado grupo de intelectuales que, a comienzos del siglo XX, dotaron al personaje de la crítica necesaria para definirle como uno de los grandes genios de la pintura universal. Fue una labor difícil liderada por gente como Santiago Rusiñol, Ignacio Zuloaga, Manuel Bartolomé Cossío, Giner de los Ríos, Pío Baroja, Azorín, Miguel de Unamuno, Mauricio Barrés, Rilke o Benigno de la Vega Inclán. Un personaje este último poco conocido que fue el verdadero impulsor del turismo moderno en España y el creador de una nueva manera de disfrutar de nuestro Patrimonio cultural desde su cargo de Comisario Regio de Turismo. Él fue el responsable de planificar un modelo coherente de presentar la ciudad de Toledo. Para conseguirlo organizó una importante oferta de museos, de servicios e infraestructuras, que convirtió a la población en un destino turístico internacional. Aunque parezca sorprendente nunca se ha realizado una exposición sobre el Greco en Toledo hasta esta que se hará en 2014.
            En la actualidad, la interpretación de la pintura del Greco se encuentra en pleno proceso de renovación y debate; han sido puestas en entredicho su vinculación con la espiritualidad de los carmelitas descalzos y su identificación con los valores hispanos, al subrayarse su italianismo artístico y cultural, sobre un estrato griego, y el carácter filosófico de su arte, centrándose en su interés por la función formal y embellecedora del mismo como medio de conocimiento de la naturaleza.
             Frente al artista místico y arrebatado, ha surgido la figura del pintor esteticista e intelectual, filósofo, que se tuvo a si mismo por "genio", ajeno a las preocupaciones de los devotos y eruditos contemporáneos, bien al servicio voluntario de los intereses de la Contrarreforma católica vigente en la España de Felipe II y Felipe III, de la que se habría convertido en perspicaz intérprete, o bien ajeno a este tipo de problemas y, por lo tanto, dedicado en exclusiva y a contracorriente al desarrollo de una pintura personal y formalista, de acuerdo con sus propios postulados teóricos relativos al arte, que dejó en forma de anotaciones personales en libros de su rica biblioteca, como en los márgenes de las "Vidas" de Giorgio Vasari y del "Architettura" de Vitrubio.
            Este abanico de posibilidades constituye una respuesta lógica a este personaje, que ya en su tiempo era considerado como singular y paradójico, y demuestra el interés que sus realizaciones han despertado entre críticos e historiadores del arte y la cultura, como en cualquier espectador que se aproxime a sus obras y experimente la atracción y el desconcertante efecto de sus lienzos.
            El Greco está considerado como un referente de las vanguardias  pictóricas, admirado y estudiado por Degás, Cézanne o Picasso. El IV Centenario permitirá reafirmar la dimiensión contemporánea del Greco, y consitutirá una extraordinaria ocasión para proyectar una nueva imagen de Toledo. El proyecto de la Fundación es abierto, y fomentará la colaboración con otros países, con la sociedad civil, con todos los ciudadanos e instituciones.
            La exposición Greco 2014 se exhibirá en el Museo de Santa Cruz, ampliándose en diferentes espacios de la ciudad, los llamados Espacios Greco, para recuperar en profundidad los lugares para los que El Greco trabajó: la Sacristía de la Catedral de Toledo, la Capilla de San José, el convento de Santo Domingo el Antiguo, La Iglesia de Santo Tomé y el Hospital Tavera. Estos espacios conservan los lienzos originales, lo que ofrecerá a la exposición un carácter único e irrepetible fuera de Toledo.
           
                                                         EL ESTILO DE EL GRECO

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