Gastronomía y literatura
Valga la
fórmula, muy usada en la Edad Media, propia de los conventos, sobre el arte
culinario: Deus qui facit totum, benedicat cibum et potum (“Dios que lo hizo
todo, bendiga la comida y la bebida”).
Dr.Alfredo Pastor Ugena
Presidente de la Academia Iberoamericana de escritores y
Periodistas
La gastronomía
nace unida a la historia de la vida cotidiana. Por ello es fiel reflejo de las
costumbres, tradiciones, formas de vida, relaciones sociales, mentalidades
individuales y colectivas, modas de época, muchas veces plasmadas en el arte y
la literatura. A través de ella se puede
conocer, entre otros aspectos, a los grupos sociales que estructuran un
determinado tipo de sociedad, así como las manifestaciones de su vida
cotidiana.
Un ejemplo
relevante lo tenemos en el alcance en nuestra alimentación de productos propios
de la tradición culinaria española, como es el jamón, reflejado en la
literatura una y otra vez: “….jamón
presunto de español marrano/ de la sierra famosa de Aracena/ donde huyó de la
vida Arias Montano” (Lope de Vega)
Otro poeta
español del Siglo de Oro, Baltasar de Alcázar (1530-1606), cuya poesía se
distingue por su epicureismo y canto de los placeres materiales de la vida,
utiliza un tono festivo, jocoso y burlón en sus versos, con alusiones a la
gastronomía y dentro de ella a los placeres del jamón:
“Tres cosas me tienen
preso
de amores el corazón:
la bella Inés, el
jamón
y las berenjenas con
queso”
No es posible
escribir sobre gastronomía, en el campo general de la literatura, sin hacer
alusión al magisterio gastronómico de obras literarias como “El Quijote” donde
“se refleja la alimentación de su época de forma sencilla y detallada. Así, el
contacto con lo culinario nos permite entrar en el mundo de la cotidianeidad de
la sociedad cervantina, donde prevalece
la pobreza”, en contraste con la celebración a veces opulenta de la comida. Un
ejemplo significativo lo encontramos en el episodio de las bodas de Camacho,
(II,20), donde Cervantes recrea una
estampa del mundo por medio del espectáculo y lo gastronómico. Los personajes
pasan a un segundo plano porque el festejo, enmarcado por lo gastronómico,
desplaza el protagonismo de Don Quijote y de Sancho. Por otro lado, se traza el
marco narrativo, “la fiesta se convierte en un objeto de gran valor para
acercarse al estudio de una sociedad, en tanto traduce sus relaciones políticas
y sociales [...] que ofrece a su público una realidad transformada” . Esto
resulta de la conjunción de la realidad, la fiesta, lo gastronómico y lo
literario.
“La cocina en El Quijote se nutre de una
despensa propia de una economía de subsistencia Es al mismo tiempo el reflejo
de una sociedad de extremos, ya que nos
presenta la carencia y la abundancia como reflejo de la realidad de un pomposo
imperio español frente a un pueblo lleno de necesidades”(5). En esta sociedad
se vislumbra el contraste entre los comensales de “mandíbula batiente y a dos
carrillos” y los que usan “cuchara huérfana de peso y contenido”.
Estas
descripciones alimenticias permiten conocer la gastronomía, y los productos
típicos de la región castellano-manchega, como el azafrán, la miel de La
Alcarria y el queso manchego (de oveja). A través de esta gran novela, damos un
exquisito paseo gastronómico por una de las regiones españolas con mayor
tradición culinaria, que nos deleita a través de los tiempos con maravillosos
manjares y deliciosos vinos, como los de Toledo.
La gastronomía
es fuente de sabiduría y no privilegio de pocos. Ha sido y es musa de
escritores, periodistas, historiadores, poetas, economistas, políticos; todos
se inspiran alguna vez en ella para obtener conjeturas de muy diversa índole.
Los placeres
inequívocos de la comida son tan amplios y dispares que se pueden asociar a la
fecundidad, la pureza o la divinidad. A través de ella se proyectan la
imaginación, ideales y conocimientos. En la gastronomía se contemplan y
degustan las fantasías, las ideas utópicas y la vigencia de los sueños.
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