LA GENERACIÓN DEL 1914
Si la llamada generación
del 98 inicia una Edad de Plata de la literatura española, el panorama
intelectual y cultural español empezó sin duda a cambiar en torno al comienzo
de la Primera Guerra Mundial. En ese momento había aparecido ya en el escenario
público una nueva generación cuyos rasgos distintivos fueron patentes tanto
para la precedente como para ella misma. La voluntad de ruptura con el mundo de
la Restauración fue mucho mayor y que, además, se hizo desde la perspectiva de
una dedicación profesional y con una proyección colectiva, mientras que la
generación anterior estuvo formada por grandes individualistas. Si la vieja
generación estuvo formada por periodistas la nueva, en cambio, fue sobre todo
de profesores universitarios.
La ocasión a la que, de
forma simbólica, se atribuye la condición fundacional de esta nueva generación
es la Fundación de la Liga de Educación Política en octubre del año 1913 que
fue seguida, meses después, por una conferencia acogida al título Vieja y nueva
política
Si España era un
problema, Europa -y, con ella, la modernidad o la democracia- era la solución.
Esta última evidencia se convirtió en tal precisamente en estos momentos porque
los miembros de esta generación, aparte de fundar nuevas instituciones, se beneficiaron
de la existencia de otras que habían emergido en el período anterior, como la
Junta de Ampliación de Estudios, creada en el año 1907, gracias a la cual
varios millares de becarios pudieron formarse en universidades europeas.
En los intelectuales de
esta generación la acción dirigida hacia la vida pública de modo colectivo
constituyó una obligación ética y una tentación permanente, mientras que en el
caso del 98 lo característico fue más bien la insobornable individualidad. Muchos
de los miembros de la generación de 1914 actuaron en política partidista, como
fue el caso de Azaña
Otros sintieron la
vocación de influir en ella o tuvieron sus incursiones para abandonarla
después, como fue el caso de Ortega y Gasset
Como en cualquier otro
período de la Historia cultural española, cabe encontrar un paralelismo entre
la posición de los intelectuales ante la vida pública y la creación literaria o
estética.
. En la prosa y en la
lírica de Juan Ramón Jiménez se ha apreciado una clave krausista en lo que
tiene de aprecio por lo popular y por el paisaje.
La europeidad de esta
generación fue perceptible en la aparición de una vanguardia literaria y
plástica en un plazo relativamente corto de tiempo. La primera manifestación
fue la llamada greguería de Ramón Gómez de la Serna, combinación de humor y
metáfora pero caracterizada sobre todo por una voluntad subversiva respecto a
cualquier categoría existente. Más adelante, gracias al movimiento conocido
como ultraísmo, la poesía se impregnó de estas novedades. De todos modos, la
vanguardia no llegó a consolidarse de forma definitiva sino en los años de la
guerra mundial o en la inmediata posguerra para difundirse incluso de forma
mayoritaria en la década de los veinte entre los medios juveniles. Sin embargo,
no se puede excluir del impacto de la vanguardia a las generaciones de mayor
edad. El esperpento de Ramón del Valle Inclán une la vanguardia formal a una
desgarrada intervención en el terreno de la vida pública.
En cuanto a la vanguardia
en artes plásticas, se da la paradoja de que habiendo sido españoles algunas de
sus figuras señeras como Pablo Picasso y Juan Gris, más adelante, en la primera
posguerra mundial, Joan Miró, y, al final de los veinte, Salvador Dalí, la
introducción de las novedades fue un tanto tardía y edulcorada. La primera
manifestación de ella fue una vuelta a un cierto clasicismo transformado por el
impacto de Cézanne o los fauves. Esta plástica alcanzó una temprana difusión en
Cataluña antes de la Primera Guerra Mundial y fue impulsada por Eugeni D'Ors,
la figura más señera de la intelectualidad catalana de la segunda generación
secular, la cual, a diferencia de lo sucedido en el resto de la Península,
llegó a ejercer el poder político. A partir de los años veinte estos artistas
-Sunyer, Torres García, Clará...- tuvieron un claro paralelismo en las artes
plásticas madrileñas. De todos modos, el gusto español permaneció anclado
durante mucho tiempo en fórmulas regionalistas o costumbristas con algunas
excepciones, como la catalana o la vasca. En realidad, para hablar de una
verdadera vanguardia hay que remitirse al período de la Primera Guerra Mundial,
durante el cual se refugiaron en España algunos importantes artistas formados
en Francia como Picabia o Delaunay.
De los años de la
posguerra data no sólo el neoclasicismo cezanniano sino también el cubismo de
Vázquez Díaz. De todos modos, si por algo se caracteriza la exposición que se
considera fundacional en el movimiento vanguardista -la de la Sociedad de
Artistas Ibéricos en 1925- es por el eclecticismo. Sólo a fines de los veinte
hicieron su aparición las primeras muestras del surrealismo.
La generación del 19144 tuvo su líder intelectual en José Oretga y
Gasset, que acertó a formular muy pronto su programa cultural y político:
modernizar España, de acuerdo con el lema "España es el problema, Europa,
la solución", donde Europa significa específicamente la ciencia natural y
la democracia liberal.
Entre 1913 y 1914 se
producen los acontecimientos que van a dar identidad pública a la generación.
El 23 de noviembre de 1913 el poeta Juan ramón Jiménez y el mencionado Ortega y
Gasset organizaron en Aranjuez un homenaje de desagravio a un literato de la
generación del 98 - Azorín - porque a su juicio había sido rechazada
injustamente su candidatura para ingresar en la Academia de la Lengua.
Era una excusa de los
jóvenes intelectuales españoles para aparecer en público y mostrar ante la
sociedad su voluntad de intervenir en los destinos de la nación. Un mes antes
comenzó a circular el panfleto de la Liga de Educación Política Española, cuyo ideario
será expuesto por Ortega en la conferencia Vieja y nueva política en marzo del
año siguiente. En éste texto, el pensador contrapuso las viejas formas del
caciquismo y las elecciones amañadas por el Gobierno frente a la nueva política
basada en la propuesta de "liberalismo" y
"nacionalización";los dos términos con que Ortega resumía su programa
regenerador.
A los antes mencionados
acontecimientos le sigue la afiliación en masa de sus miembros alPartido
Reformista de Melquiades Álvarez (formación de oposición moderada al régimen
canovista), así como la fundación de la revista España (órgano de expresión del
nuevo grupo). Significativamente, esta publicación fue fundada, y dirigida en
su primer año, por Ortega, al que sucedieron como directores otros miembros del
grupo, como Luis Araquistáin y Manuel Azaña.
A diferencia de los
modernistas y los noventayochistas, en la generacion de 14 no solo hay
literatos y artistas; también hay juristas, filósofos, científicos, y varios
polígrafos (intelectuales que tienen la capacidad de hacer aportaciones sobre
múltiples especialidades). Los llamados novísimos se distinguieron por su
potente formación intelectual, mucho más intensa e internacional que los
anteriores creadores españoles; la mayoría estudiaron en el extranjero y muchos
fueron catedráticos de universidad. Su voluntad de ejercer de agentes del
cambio sociopolítico y generar idearios nuevos motivó que se dedicaran más al
periodismo que los itelectuales que les precedieron.
Otro rasgo característico
de la generación del catorce fue su importante dedicación a la política; más
aún que sus predecesores de la Generación del 98. Ocuparon durante la Segunda
República cargos en el gobierno, actas de diputados, embajadas y cargos en
organismos internacionales.
Es sabido que los límites
de una generación son borrosos. Para la generación 14 se establece el de los
nacidos en la década de los ochenta, que cumplen en torno a treinta años hacia
1914.
En la generación del 14
predominaron los ensayistas con distintas formaciones y dedicaciones: los
juristas Fernando de los Ríos (1879-1949) y Manuel Azaña (1880-1940); los
filósofos José Ortega y Gasset (1883-1955), Eugenio D´ors (1882-1952) y Manuel
García Morente(1886-1942); el historiador Américo Castro (1885 - 1972) y los
polígrafos Salvador de Madariaga (1886-1978) y José Moreno Villa (1887-1955);
Un segundo colectivo fue
el formado por los científicos: el médico Gregorio Marañón (1887-1958), el
matematico Julio Rey Pastor (1888-1962), el físico Blas Cabrera (1878-1945), el
médico o científico Gustavo Pittaluga (1876-1956).
Un tercer grupo se
dedicaron intensamente al periodismo, pero tenían como orígen o dedicación
principal la literatura: Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), Ramón Pérez de
Ayala (1880-1962) y Luis Araquistáin (1886-1959). Singular es el caso de Juan
Ramón Jiménez (1881-1958) - inciador del grupo - que se dedicó preferentemente
a la poesía, participando muy poco del debate público de las ideas.
Finalmente, un cuarto
orígen de su miembros eran las artes: los pintores Pablo Picasso (1881-1972),
Daniel Vázquez Díaz (1882-1969),Benjamín Palencia (1894-1980), Juan Gris
(1887-1927) y el dibujante Luís Bagaría (1882-1940), entre otros.
En su conjunto, formaron
el grupo de creadores más importante de la historia del pensamiento español .
Lo más característico de
la generación española del catorce es haber tenido un programa constructivo de
cara al futuro, partiendo del convencimiento de que España se puede reformar
gracias a la inteligencia, al esfuerzo y a la creación de instituciones adecuadas.
Rompieron con el pesimismo nihilista de la generación del 98, aunque no con sus
logros estéticos y su espíritu crítico, afianzando algunas de las instituciones
que ya se habían creado como la Residencia de Estudiantes, la Junta para
Ampliación de Estudios o las reformas a fondo que se llevaron a cabo en la
universidad pública como el plan de estudios de las facultades de filosofía y
letras de Madrid y Barcelona (Plan Morente).
A ello hay que añadir la
creación de medios de comunicación: diarios Fundadores de El Sol en la
redaccióncomo El Sol, Crisol, revistas (Revista de Occidente, Índice, Leviatán,
La Pluma, Prometeo) y editoriales (Calpe, la editorial de Revista de Occidente).
Como hombres muy pendientes de las novedades, supieron aprovechar los avances
técnicos, prestando atención prestada a los nuevos medios de comunicación como
la radio y el cinematógrafo.Puede decirse que tuvieron éxito en lo cultural y,
en general, en llevar a cabo el proyecto demodernización del país en el orden
económico, industrial, etc., aunque fracasaron en lo político al no haber sido
posible su proyecto de realizar la reforma de la monarquía de Alfonso XIII.
Los intelectuales del
catorce argumentaron y lideraron la lucha contra la Dictadura.
Así, la generación 14
tuvo un papel protagonista en la instauración de la Segunda República.
En la primavera y el
verano de 1898 España se agita en convulsión extrema: el 14 de julio los
norteamericanos entran en Manila y el 17 de julio se rinde Cuba. Por vez
primera los intelectuales hablan con nombre y voz propia para exhibir una
trágica palabra: Desastre. Los nuevos protagonistas intelectuales convierten en
emblema generacional una idea: la regeneración pasa por Europa. Ábranse las
ventanas, clama Unamuno. Las pensiones de la Junta para Ampliación de Estudios
llevan a las universidades europeas a una élite juvenil que de vuelta importará
las vanguardias del conocimiento y el avance de los últimos saberes. La
política en este nuevo escenario es entendida como pedagogía política y la
prensa Sé convierte en el lugar preeminente de la acción política: Faro, Europa
y España son los principales órganos de intervención periodística de la
Generación entre 1907 y 1915. Este ensayo profundiza en los orígenes políticos
de la Generación del 14 y explica cómo cobra vida en las páginas de la prensa
una aventura intelectual, colectiva y política en los últimos momentos de la
Restauración y en los albores de la Segunda República. Aunque la aventura
generacional se cierra para siempre en el verano de 1936, tanto el sueño de una
democratización cultural y cívica como la idea de una política en la que los
valores fundamentan los actos resuenan con ecos plenos de vigencia.
Generación de 1914
José Ortega y Gasset.
Generación de 1914 es una
etiqueta historiográfica que designa a un grupo generacional de escritores
españoles intermedio entre las generaciones de 1898 y de 1927. El término fue
acuñado por Lorenzo Luzuriaga, pedagogo y miembro de la Liga de Educación Política,
en un artículo de 1947 donde reseña las Obras Completas de José Ortega y
Gasset. Eligió ese año por ser en el que apareció el primer libro importante de
Ortega (Meditaciones del Quijote) quien, también en el mismo año, se confirmó
como un intelectual con gran presencia pública gracias a su conferencia sobre
Vieja y nueva política.1 El indiscutible prestigio del filósofo hace que se la
denomine también generación de Ortega.
A ella pertenecerían los
nacidos en torno a 1880 y que comenzaron su actividad literaria ya en el siglo
XX, alcanzando su madurez en los años próximos a 1914. Entre ellos se cuentan,
además de Ortega, Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala, Gustavo Pittaluga, Manuel
Azaña y Gregorio Marañón;2 y desde planteamientos estéticos distintos, pero en
ciertos puntos comparables, el poeta Juan Ramón Jiménez y el inclasificable
vanguardista Ramón Gómez de la Serna. También se les conoce como novecentistas
o generación del novecientos, por su coincidencia con el movimiento que Eugeni
d'Ors, desde Cataluña, definió como noucentisme. Es característico en la mayor
parte de ellos la elección del ensayo y del artículo periodístico como vehículo
esencial de expresión y comunicación.
El acontecimiento más
relevante de 1914, el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), fue
especialmente significativo para esta generación, a pesar de no marcarla de
manera tan decisiva como a las equivalentes de los países que sí intervinieron
militarmente y que no suelen designarse como generación de 1914, sino con otros
términos —como lost generation,3 generation du feu4 —. La neutralidad de España
en este conflicto trajo consecuencias sociales, políticas y económicas (crisis
de 1917) y en el plano intelectual desencadenó la división entre los
partidarios de las potencias centrales (germanófilos) y los de sus enemigos
(francófilos y anglófilos). Este debate vino a prolongar la anterior polémica
entre españolizar Europa o europeizar España mantenida especialmente por
Unamuno y Ortega y que se conoce por el lema unamuniano ¡Que inventen ellos!; y
la existente entre el regeneracionismo y el casticismo, de raíces aún más
antiguas.
En gran medida son
comunes a las del grupo noucentista (véase Novecentismo#Características).
Racionalismo y
sistematización. Frente a la generación anterior, del 98, autodidacta y
anarquizante, e influida por corrientes filosóficas irracionalistas o
vitalistas; los miembros de la generación del 14 se caracterizan por su sólida
formación intelectual y por la sistematización de sus propuestas.
Frente al ruralismo de la
generación de 1898 (que buscaba en el paisaje y el paisanaje, especialmente el
de Castilla, la esencia de lo español), la atención se vuelve hacia la ciudad y
los valores urbanos (civiles y civilizadores).
Europeísmo y concepto de
España. Se sienten atraídos por la cultura europea y analizan los problemas de
España desde esa nueva perspectiva. Su propuesta consiste en modernizar
intelectualmente el país. Desde ese punto de vista, sus aportaciones al llamado
debate sobre el Ser de España van en un sentido distinto al de la generación
precedente (generación de 1898), aunque no hubo una postura generacional común;
ni siquiera entre los que formaron parte de la Agrupación al Servicio de la
República (Marañón, Pérez de Ayala y Ortega) con los que se implicaron en el
gobierno de ésta (Azaña), y sobre todo después de la Guerra Civil Española, en
que los debates mantedidos durante el exilio republicano caracterizaron la
actividad intelectual de personalidades como Américo Castro y Claudio Sánchez
Albornoz.
Activismo transformador y
búsqueda del poder. Incorporación a la vida activa y oficial para aprovechar
los resortes del poder en la transformación del país. Consideran que su
propuesta de cambio no puede limitarse a quedar expuesta en sus escritos, sino que
debe realizarse desde el poder. De ahí que participen activamente en la vida
política y social de España.
Intelectualismo. El
rechazo del sentimentalismo y de la exaltación personal les lleva al análisis
racional del arte, incluso en poesía.
Esteticismo y
deshumanización del arte (expresión acuñada por Ortega en el título de uno de
sus ensayos, de 1925). Ese arte deshumanizado que para Ortega es el arte
moderno no alude precisamente al de comienzos de siglo sino al de las
vanguardias del periodo de entreguerras; un arte puro o arte por el arte que en
literatura produce la denominada poesía pura. Que el arte haya de perseguir
como finalidad única el placer estético no era una idea nueva, encontrándose ya
en el parnasianismo francés del siglo XIX.
Clasicismo. Los modelos
clásicos, griegos y latinos, se imponen de nuevo y la serenidad se convierte en
factor estético dominante.
Formalismo (preocupación
por la forma). Su estética tiene como principal objetivo la obra bien hecha.
Ese anhelo conduce a la depuración máxima del lenguaje, a la perfección en las
formas y a un arte para minorías.
Elitismo, consecuencia de
lo anterior.
Concepto de vanguardia
estética, intelectual y social: el cambio ha de venir desde arriba, desde una
minoría (Juan Ramón Jiménez hizo famosa su dedicatoria a la minoría, siempre),
lo que justifica la opción por una literatura difícil, para minorías, elitista
e incluso evasiva (es decir, una separación entre vida y literatura que evada
al artista de la realidad, encerrándolo en una torre de marfil5 -el mismo Juan
Ramón procuraba abstraerse de toda influencia externa, incluso sensorial,
encerrándose físicamente para crear-6 ); pero también produce otra opción: la
de proyectar ese cambio estético en una transmutación de la sensibilidad de la
mayoría, que mejore la percepción y el acceso de las masas hacia la cultura y
la ciencia. La relación con las masas mantuvo por tanto una difícil dialéctica,
presente en la obra de Ortega (La rebelión de las masas, su famoso No es esto,
no es esto,7 ante la no coincidencia de sus proyectos ilustrados y la realidad
de la Segunda República). Las ideas no eran estrictamente nuevas, y provenía
del krausismo y la Institución Libre de Enseñanza; y tampoco se restringieron
al noucentisme o a la generación del 14. De hecho, su realización efectiva
correspondió a los jóvenes de las generaciones siguiente (la del 27, con las
Misiones Pedagógicas y La Barraca, en el contexto de la Segunda República; y la
generación de 1936, en el contexto trágico de la Guerra Civil y la simultánea
revolución social -Miguel Hernández-). La poesía social de la posguerra
invirtió el lema juanramoniano y dedicaba su obra a la inmensa mayoría (Blas de
Otero, 1955). Si el modernismo había vivido, sobre todo, la crisis ideológica,
los hombres de la generación del 14 vivirán la crisis socio-política.
Nómina[editar]
Forman parte de la
generación de 1914 los ensayistas José Ortega y Gasset, Eugenio d'Ors, Manuel
Azaña, Gregorio Marañón, Gustavo Pittaluga, Salvador de Madariaga, Claudio
Sánchez Albornoz, Américo Castro, Manuel García Morente, Rafael Cansinos
Assens, Ramón de Basterra, Corpus Barga y Pablo de Azcárate; los novelistas
Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala, Benjamín Jarnés, Wenceslao Fernández Flórez
y Félix Urabayen; el dramaturgo Jacinto Grau; los poetas Juan Ramón Jiménez y
Josep Carner; o el polifacético Ramón Gómez de la Serna.
Hay una notable presencia
de mujeres en la generación, que contó con las primeras que pudieron tener una
formación universitaria, como María Goyri (ensombrecida por la figura de su
marido, Ramón Menéndez Pidal), Zenobia Camprubí (con un destino semejante,
junto a su compañero Juan Ramón), la pedagoga María de Maeztu o las feministas
paradójicamente enfrentadas Clara Campoamor y Victoria Kent. Otras destacarían
entre los discípulos de Ortega, especialmente María Zambrano; aunque el propio
Ortega, con una expresión muy significativa, atribuía a una mujer de una
generación anterior, Matilde Padrón, la condición de ser la mujer más
inteligente que había conocido.8
Véase también: Historia
de la ciencia y la tecnología en España#La incorporación de la mujer a las
instituciones culturales españolas del siglo XIX
La integración de muchos
autores en una u otra generación no es muy evidente. Algunos, como José
Bergamín, están más cercanos generacionalmente al 27 pero a veces se clasifican
dentro de la generación de los ensayistas; mientras que otros, como León Felipe,
aun estando cercanos en edad al grupo del 14, a veces se clasifican dentro de
la generación de los poetas.
Mientras que el
noucentisme, tal como lo definió D'Ors, tiene una explícita manifestación en
las artes plásticas (el denominado mediterraneísmo); la generación del 14 no
define a un grupo de artistas con una identidad concreta, más allá de un
genérico vanguardismo o un cierto eclecticismo, manifestado en la exposición
fundacional en el movimiento vanguardista en España: la de la Sociedad de
Artistas Ibéricos en 1925.9 Aunque por edad correspondería incluir en esta
generación a Pablo Ruiz Picasso (nacido en 1881), su trayectoria artística
supera con mucho cualquier encuadramiento. El panorama artístico de las dos
primeras décadas del siglo estuvo presidido por pintores procedentes del siglo
anterior (Ramón Casas, Anglada Camarasa, Sorolla y Zuloaga); coetáneos de los
literatos del 14 fueron los pintores Juan Gris, Daniel Vázquez Díaz y José
Gutiérrez Solana (unos años mayores, menos vanguardistas, pero de mucho más
éxito en la época, Julio Romero de Torres y Josep Maria Sert), así como los
escultores Josep Clarà, Julio González y Pablo Gargallo. Artistas de mayor
proyección pertenecerán a la siguiente generación, ya influida por el
surrealismo (Dalí, Miró).
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